No se si las palabras de ETA habrán logrado que haya quienes respiren con más tranquilidad, si habrán servido de bálsamo para quienes en algún momento sufrieron su violencia, si habrá entre las fuerzas españolistas alguien que, tras su disolución, crea que se abre un nuevo tiempo para llegar a acuerdos y resolver las consecuencias de tantos años de enfrentamiento. Las palabras, palabras son, pero en este caso han venido acompañadas de hechos, pese a los agoreros que nos hablaban de tregua trampa, desarme trampa, disolución trampa... Y yo, al escuchar las palabras de ETA, al recordar las reflexiones y decisiones tomadas por la Izquierda Abertzale y el espectro socio político que viene impulsando el proceso de paz, pienso que al menos si hubiéramos oídos esas palabras por boca de quienes tanto critican a ETA y la Izquierda Abertzale, otro gallo cantaría.
¿Os imagináis al Estado español, a los gobiernos socialista o popular, diciendo aquello de que la política debe desarrollarse “en ausencia total de violencia y sin injerencias, mediante la utilización de vías y medios exclusivamente políticos y democráticos” y comprometiéndose a respetar “las decisiones que libre, pacífica y democráticamente se vayan adoptando”, como suscribió la Izquierda Abertzale con los Principios Mitchell?
¿Os imagináis al Partido Popular de Rajoy o al PSOE de Sanchez, reconociendo a todas las víctimas del conflicto, solicitando reparación para todas ellas, como se hacía en el Acuerdo de Gernika? ¿O cumpliendo algunas de las peticiones que se les hacían en la Declaración de Aiete, que ETA sí que cumplió, como la de iniciar conversaciones para tratar las consecuencias del conflicto? ¿Os imagináis al PNV, tras conocer los resultados del estudio sobre la tortura en la CAV, pedir perdón a las personas torturadas por haber sido ellos responsables políticos de una policía acusada de maltratar a más de 300 personas en sus comisarías? No he visto yo al PNV diciendo aquello de que en sus comisarías se provocó “un sufrimiento desmedido”, asumiendo su “responsabilidad directa” en este dolor y mostrando su respeto por estas personas. Más bien, lo que he visto es a Urkullu visitar Arkaute en vísperas de la disolución de ETA para hacer enaltecimiento de la represión policial hablando de “la aportación de la Ertzaintza a la convivencia”. Ni un ápice de autocrítica, ni un gesto hacia las víctimas de la represión... ¿Acaso las torturas, los golpes, los pelotazos, las ejecuciones extrajudiciales, los muertos en manifestaciones, los disparos al aire que acaban produciendo heridos no fueron “un dolor inmenso injustamente provocado”?
ETA ha llegado con sus palabras mucho más allá de lo que muchos hubieran pensado... y deseado. Porque ha dejado desnudos a quienes a día de hoy se niegan a reconocer que el conflicto tiene raíces puramente políticas, que sin ETA siguen hay, que durante todos estos años miles de personas han sufrido, que el relato es poliédrico, que ha sido la Izquierda Abertzale quien más ha puesto de su parte para llegar a este punto. Y todo esto ha ocurrido porque a este movimiento político le mueve su deseo de ver una Euskal Herria libre, y no el dinero o las ansias de poder.
El Estado no buscaba ni la tregua, ni el abandono de la lucha armada, ni la disolución, sino la desaparición del proyecto independentista de izquierdas, y por ello nunca verá saciado su apetito. El PNV también parece estar detrás de este objetivo. Por ello hoy, más que nunca, tras la desaparición de ETA, las gentes de izquierdas y abertzales, debemos aunar esfuerzos, porque las condiciones están dadas. Nada está perdido y todo está por ganar.