La Iglesia Católica, aún siendo uno de los principales avalistas del golpe ya advirtió desde los comienzos del régimen franquista un creciente descontento de las masas por lo que no podía dejar de tener en cuenta las consecuencias que sobrevendrían si su jerarquía continuaba, en su conjunto, apoyando a la dictadura, máxime cuando algunas personalidades católicas, seglares y eclesiásticas, empezaron incluso de forma temprana a diferenciarse del régimen adoptando actitudes críticas para conservar el ascendiente de la Iglesia sobre las masas católicas. Aparece así a partir de 1946 la HOAC, promovida por el laico Guillermo Rovirosa, que siguiendo el mandato de la jerarquía aparecía como un embrión de sindicato de tipo cristiano pero independiente del régimen, con lo que pretendían sentar las bases de un movimiento católico de oposición que pudiera reclamar el derecho a desempeñar un papel importante en la vida política española, en caso de caída del franquismo, posibilidad que la Iglesia no excluía y que iria tomando cuerpo a traves de los cambios económicos y políticos que poso a poco estaban cambiando también la conciencia de los obreros, haciendo que estos y las masas comenzaran a hacer acto de presencia en la vida política española de forma cada vez más consciente y más organizada. Sería así como los militantes obreros cristianos de la Hermandad Obrera de Acción Católica desempeñarían un papel muy importante en la reconstrucción del movimiento obrero en el estado español y su colaboración sería decisiva tanto en la fundación de la USO como en la formación de las primeras Comisiones Obreras (CC. OO.).