Todo el mundo sabe que París, y más en primavera, es una fiesta. Y no solo porque Ernest Hemingway lo dijera en el título de su último libro, sino porque es cierto. Si existe alguna ciudad con magia y leyenda en primavera es, sin duda, Paris. La literatura, la música y el cine han contribuido a ello gracias a las historias que han recorrido sus calles contando amores, intrigas, revoluciones, guerras e incluso pequeñas felicidades que comienzan entre libros junto al Sena o al florecer los castaños en los Campos Eliseos. Los reclamos turísticos son muchos para visitar Paris en primavera. No podría enumerar todos, salvo aquellos que forman parte de mi memoria personal. Y más este año que Mayo del 68 cumple 50 años y, según dicen, las visitas turísticas se pueden duplicar, a pesar de que las huelgas de algunas universidades y las luchas de los trabajadores ferroviarios hayan recobrado, en este mayo de 2018, la banda sonora de las protestas del 68. Y es que al turismo organizado y comercial le importa poco esa circunstancia y, rara vez, percibe o entiende ese otro lado de las ciudades, en el que se muestra el fracaso del sistema.
Es por eso que el presidente Macron, defensor acérrimo de las políticas migratorias de la UE, y que ya en febrero adelantó un endurecimiento de las condiciones legales para personas refugiadas y migrantes, se está dando prisa para recibir al turismo y recobrar el Paris de postal y leyenda, de cafés y paseos por Notre Dame o el Quartier Latin y que, dicho sea de paso, tampoco es el que vivió Hemingway o el que se rebeló en el 68. Su primera medida ha sido ordenar a la policía el desmantelamiento de los campamentos improvisados que se levantaban en las orillas del Sena con refugiados y migrantes en su mayoría afganos y subsaharianos. Excavadoras y cientos de agentes han desalojado en pocos minutos un asentamiento donde vivían más de 1.500 personas, de las casi 30.000 que habitan en Paris, en campamentos y en condiciones casi infrahumanas. Siempre que comienza la temporada turística las noticias sobre el desalojo de asentamientos de personas migrantes se repite por todo el Mediterráneo como si la UE tocara a arrebato; en Grecia, Italia y también en el Estado Español, Calais y Paris. Es como si los gobiernos quisieran hacer una limpieza general de sus miserias políticas y construir un decorado como en las películas del sueño americano donde todo era maravilloso. Al fin y al cabo, contestarán algunas, es lo que quiere el turismo, ver el mundo que cabe en un folleto, sin saber que mientras hace un selfie, alguien mueree en alguna parte sin decir palabra.