Txema Olleta

Reconstruyendo un nuevo modelo de sexualidad

El pasado mes de mayo tuve la oportunidad de participar en el Encuentro Mixto que cada año organizamos desde AHIGE. No os he hablado de este espacio, un lugar donde hombres y mujeres nos escuchamos, compartimos experiencias, sensaciones, nos interpelamos, desde el cariño, el respeto y la ternura mutuas, sobre los diferentes temas que nos afectan en nuestra vida diaria, siempre relacionados con la igualdad. Es un espacio liberado en el que hombres y mujeres tocamos con la punta de los dedos lo que podría ser una sociedad plenamente igualitaria.

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Reconstruyendo un nuevo modelo de sexualidad

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Talaiatik Txema Olleta
Talaiatik Txema Olleta

En esta ocasión el tema elegido fue la sexualidad. Ciertamente un tema fundamental en la manera de afrontar nuestras relaciones con las mujeres y con otros hombres. Esta sociedad patriarcal nos ha inculcado un modelo de sexualidad basado en el dominio cuando nos relacionamos con las mujeres, y el miedo o la vergüenza cuando de relacionarnos con otros hombres, se refiere. De esto ya he hablado en anteriores ocasiones. Pero en este caso se trata de dar una vuelta más de tuerca y mirarnos hacia adentro, ser conscientes de como afrontamos la diversidad afectivo-sexual, la de los demás y la nuestra propia. Tenemos que ser capaces de identificar en qué nivel de sexualidad nos encontramos. Si nos centramos casi exclusivamente en el nivel de la coitalidad  o la genitalidad, o, por el contrario somos capaces de abrirnos más a una sexualidad basada en el erotismo, o la sensualidad y la ternura, o incluso, en un espacio mucho más amplio, una sexualidad bionergética. Es lo que Albert Rams llama la teoría del embudo. Esta es una cuestión que, a mí, como hombre feminista, me interroga y hace que me replantee muchas cosas.

A lo largo de mi proceso personal de transformación de una masculinidad hegemónica y excluyente, tanto de mis propios sentimientos como de los demás, y por tanto, castrante de los mismos, el redescubrimiento de mi propia sexualidad afectiva ha supuesto la apertura de un arco iris de sentimientos que, además, a lo largo de mi vida, ha ido variando en función de las circunstancias y situaciones vividas durante este tiempo. Es precisamente la posibilidad de que esa sexualidad afectiva ha podido transformarse y modificarse, la muestra de que viviendo esa diversidad interior con plena libertad, lo único que ha hecho es enriquecer mi propia personalidad y mi propia sexualidad.

Y me ha posibilitado darme cuenta de la enorme riqueza que cada una de las personas que me han rodeado y me rodean a lo largo de mi vida, me han mostrado y aportado. Es posible y natural abrazar o besar con ternura a otro hombre o a una mujer como expresión de una sexualidad afectiva que nace desde el corazón, una sexualidad en el sentido más amplio del concepto.

Si bien es cierto que nuestra mente emplea las etiquetas para simplificar una realidad amplia y compleja, a la hora de querer, amar y mostrar los sentimientos existen infinidad de formas de hacerlo. De hecho, existen tantas maneras de vivir la sexualidad como personas hay en el mundo porque cada cual desde su propia individualidad es diferente, único y genuino e, independientemente de nuestras preferencias y orientación del deseo sexual, tenemos derecho de amar a quién queramos y ser queridos así como deseamos. Siempre respetando la libertad de las demás personas a decir no.