Iratxe Urizar

¿Y si les absuelven? ¿Y si no?

Van a cumplirse cinco meses desde que el juicio contra la famosa “manada” quedó visto para sentencia. Un caso que ha suscitado sin duda una ola de indignación. Son muchos los detalles que se fueron filtrando a prensa con lo que en el juicio iba ocurriendo. Gracias al gran interés suscitado, fue esquivada la decisión de mantener el juicio oral a puerta cerrada y los medios pudieron reflejar el tipo de preguntas a las que se enfrenta cualquier víctima de agresión sexual en estos procedimientos. Quedaron al descubierto los comentarios fuera de tono y cómo una y otra vez se trataba de juzgar a esta mujer, si salía con amigas, si estaba más o menos triste, más o menos afectada…

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¿Y si les absuelven? ¿Y si no?

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Esto hecho hizo que personas que en otro momento se hubieran mostrado equidistantes se posicionaran abiertamente. Digo equidistantes por no decir contra la víctima. Porque en todo caso hay dos versiones y la manida posición de “yo no me meto” “son cosas delicadas” favorece sin duda a la persona acusada de la agresión. Si te mantienes al margen, es que no crees que tu amigo haya sido capaz de hacer algo así, cómo si no hacer como que no pasa nada. Sin embargo, el trato recibido por esta mujer no es excepcional. Cuántos juicios que se habrán celebrado durante estos cinco meses. Tantos y tantos desde aquellos San Fermines del año pasado, de los que nada sabemos. No han despertado interés mediático y esas sentencias estarán dictadas hace semanas o meses. Decisiones de jueces anónimos, esa justicia abstracta, esos tribunales tan lejanos a cualquier ciudadana.

Pues bien. En este caso concreto, seguimos a la espera de una sentencia. Creo que si ésta no se ha dado es por la repercusión mediática de la que hablaba.

Seguramente en esos despachos no se estará discutiendo si las pruebas son suficientes para condenar o no, sino qué es lo que ocurriría en caso de absolverles (una absolución no sería inusual, no sería impensable) y cómo quedarían ante una sociedad que asistió horrorizada a aquel circo macabro que fue el juicio. Y es que en este caso también han sido públicos los jueces, las personas concretas que redactarán la sentencia. En qué lugar quedarían ellos, a los que el mundo ha puesto cara, apellidos.  Estos magistrados sienten, seguramente por primera vez en su vida profesional, miles de ojos atentos a cómo van a posicionarse.

Una de las razones por las que una víctima denuncia es conseguir un reconocimiento, que quede establecido que lo que dice es cierto. Busca que una tercera persona en teoría imparcial como se supone la justicia, asegure que lo que dice que ha ocurrido efectivamente fue así y los autores serán castigados. Esta mujer aún a costa de tener que leer detalles de su agresión en grandes titulares, escuchar a cientos de personas opinando sobre lo ocurrido en aquel portal sabe que en este caso concreto los días de impunidad de esos cinco hombres ya han terminado. Venga o no una condena.

La cárcel no arregla nada y es inútil pensar que únicamente con condenas de prisión cesarán las agresiones. Se trata de un problema de fondo que necesita de cambios de más calado.  Y de un juzgado solo podemos esperar sentencias.