Los tres jóvenes fueron trasladados a una vieja casa cuartel abandonada en un lugar denominado Casas Fuertes, donde fueron sometidos a brutales torturas para posteriormente, por orden del teniente coronel Carlos Castillo Quero, ser introducidos en su coche, arrojados por un barranco en la carretera de Gérgal, tiroteados y, finalmente, quemado el vehículo con ellos dentro, tras rociarlo con gasolina con el fin de simular una improbable fuga y eliminar las pruebas de los crímenes. Treinta y seis años después sus familias siguen esperando verdad, justicia y reparación.